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NO TE RINDAS

  • No te rindas

    Por Enrique Ortega Salinas, autor de VERDADES MENTIROSAS, la Historia que la Derecha me Ocultara.

    El día de realizarse en una universidad de Inglaterra la ceremonia de egreso, todos esperaban con gran expectativa el ingreso al recinto del héroe nacional, uno de los oradores más grandes del siglo XX, una leyenda viviente y excelso orador. Cuando apareció, fue calurosamente recibido por una multitud entusiasta. Serio, con su traje oscuro y clásico sombrero redondo, subió al escenario, se detuvo frente al micrófono y aguardó a que los aplausos cesaran. Culminada la ovación, un silencio sepulcral cayó sobre los presentes. La expectativa aumentó. El gran discurso estaba a punto de iniciarse. Winston Churchill los miró fijo, recorrió con sus ojos los rostros de quienes esperaban sus palabras y entonces, con firmeza, arrojó sobre aquellos estudiantes una sola frase, repetida tres veces, que les marcaría para toda la vida: “¡No se rindan nunca! ¡No se rindan nunca! ¡No se rindan nunca!”. 

    Dicho esto, lentamente se colocó su redondo sombrero ante el silencio absoluto del auditorio, se acomodó el abrigo y comenzó a retirarse del escenario, mientras estallaba el aplauso y brotaban varias lágrimas.

    Tiempo después, entre el 2002 y el 2003, se produjo en Venezuela la mayor huelga patronal de la historia latinoamericana. Estados Unidos, en complicidad con FEDECÁMARAS, la nómina mayor de PEDEVESA, partidos opositores agrupados en la Coordinadora Democrática, sindicalistas afines a los mismos (CTV) y los medios de comunicación privados, llevaron a cabo un paro petrolero y empresarial cuyas consecuencias económicas dejaron secuelas que aún persisten; todo con el objetivo de lograr la caída del Presidente, tras haber fracasado meses antes en la toma violenta del poder.

    Uno de los disparadores del conflicto fue la intención de Chávez de comenzar a revisar las cuentas de PEDEVESA, ya que estaban dentro de una “caja negra” de la cual los directivos no daban informes que justificaran los enormes gastos operativos y utilizaban la renta petrolera para beneficio de un grupo de familias acomodadas en perjuicio del resto de la población. El gobierno, en cambio, y entre otros planes sociales, quería dar inicio a la misión Sucre, la cual, financiada por PEDEVESA, permitiría acceder a estudios superiores a millares de jóvenes de bajos recursos económicos.

    El 2 de diciembre FEDECÁMARAS paralizó al país. La tripulación de los buques petroleros se declaró en rebeldía y fondearon sus naves en el lago de Maracaibo. Estados Unidos bloqueó desde sus satélites las computadoras de algunas naves para asegurar el éxito del sabotaje. Muchos equipos fueron destruidos y el quinto productor de petróleo del mundo comenzó a importar gasolina. Todos los días, la oposición acudía a las convocatorias de FEDECÁMARAS y la CTV y bloqueaba las autopistas para forzar la renuncia de Chávez, provocando situaciones violentas con quienes querían acudir a trabajar. Los comercios que abrían sus puertas eran agredidos y se realizaban manifestaciones frente a los domicilios particulares de los funcionarios del gobierno. La población comenzó a desesperar: no había gasolina, no había comercios donde abastecerse de alimentos básicos, los centros educativos estaban cerrados, un centenar de militares rebeldes era ensalzado por los medios de comunicación en la Plaza de Altamira, las sedes del Movimiento V República fueron asaltadas, el caos y las penurias crecían y la caída de Hugo Chávez parecía inminente. Sin que se inmutara la cúpula empresarial, muchas empresas pequeñas quebraron y aumentó el desempleo.
    En los barrios pobres, que dependía de bombonas de gas para cocinar, mucha gente cocinaba con leña; pero cuando la misma ya era difícil de obtener, tuvieron que echar mano a muebles viejos.

    En medio de este drama, Hugo Chávez visitó uno de los barrios más humildes para verificar in situ las consecuencias del conflicto. La comitiva gubernamental fue rodeada de inmediato por centenares de personas desesperadas. Una viejita se abrió paso entre la multitud con un ímpetu tal que alarmó a los custodios que intentaron frenarla mientras ella, señalándolo con un dedo, le gritó al Presidente: “¡Contigo quiero hablar!”.
    Chávez indicó que la dejaran acercarse y ella, tomándolo de un brazo, le ordenó que la siguiera, que quería mostrarle algo, a lo que el Presidente accedió, pese a las advertencias en contrario de su equipo. 

    La anciana le mostró una vivienda que estaba empotrada contra el cerro de tal manera que la pared trasera era el mismo. En la azotea, una pareja cocinaba algo en una fogata.

    “¿Ves esa pareja que está ahí?”, preguntó ella sin soltarle el brazo. “Él es mi hijo y ella es mi nuera, y lo que están quemando es la última pata de mi cama…” Chávez se quedó un momento en silencio, con un nudo en la garganta, y ella completó la frase, una frase que espero que el viento se la lleve a Cuba para que resuene nuevamente en sus oídos y en lo más profundo de su alma en este momento donde lucha por su vida como un león herido… “¡Y hasta el rancho, hasta el rancho voy a quemar si es preciso, PERO NO TE RINDAS, NO TE RINDAS NUNCA, MUCHACHO!

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